Este último tiempo llegan a mi cada vez más imágenes,
textos, notas que hacen referencia, tanto positiva como negativamente, al
slogan conocido de “ni una menos”, al movimiento feminista y a la lucha que se
viene acrecentando y se hace oír cada vez más.
Si bien no llevo una militancia activa visible en el tema se
me hace imposible mirar para otro lado porque esto me afecta. E inevitablemente
siento que tengo que tomar mi propia posición en el asunto y no así elegir un “bando”.
Y no inocentemente digo bando, lo que me angustia y me
confunde muchas veces es la tendencia en estos últimos años, y en verdad remitiéndose
a la historia la tendencia general de crear enfrentamientos, de polarizar
opiniones, de ser blanco o negro y elegir ciegamente un lado sin tratar de
analizar cuál es el motivo por el cual gritamos, qué es lo que estamos
pidiendo, por qué lo estamos pidiendo, perdiendo el sentido de la lucha.
Creo que muchas veces empezamos cuestionándonos y terminamos
optando por comprar discursos, olvidándonos de generar nuestro propio discurso,
de buscar dentro nuestro los motivos.
Sin embargo hoy me siento parada en un punto decisivo en el
que siento que hubo un momento de ruptura con el acostumbrado blanco-negro, se
paso a algo más grande, a algo que nos incluye a todxs y cada unx de nosotrxs.

Porque no pasa ya por ser mujer, pasa por estar cansadxs de
responder a la idea que alguien más tiene de nosotrxs y de lo que deberíamos ser/hacer,
y del lugar que se supone que estamos destinadxs a ocupar. Como mujer, como
hombre, como niñx, como estudiante, empresarix, rico, pobre, de poder, sin
poder, sometidxs, olvidadxs, de vidas vendidas, de gritos callados, de cuerpos
golpeados, de valores cortados, de más y más destinos decididos externamente,
de muchas mujeres menos, de mil gargantas más.
Gritamos ni una menos.
Les grita una loca más.